Su risa sonaba
entrecortada por el susurro gélido y áspero del viento. Caían pequeños y fríos
copos de nieve entre la lechosa niebla, y apenas se distinguían las huellas que
sus zapatos rojos dejaban tras de sí a lo lejos. Aún a pesar de la lejanía que
me separaba de ella entre tanta niebla, yo seguía oliendo su aroma afrutado y
sentía el calor que desprendía tras de sí. Conseguía visualizar en mi mente su
pálida cara, con ese lunar en el párpado que le daba ese toque tan especial
mientras corría sonriendo sin parar. Entonces volví a la realidad y me di
cuenta de que cada vez ella estaba más lejos de mí, corriendo fugaz. Apenas se
veía un poco de tela de ese abrigo rojo que era más grande que ella, ondeando
al viento, cuando de pronto dejé de visualizarla. Por un momento pensé que me
moría. Ya no veía ese rastro escarlata que la envolvía, ya no percibía su
aroma, ya no sentía su calor. Corrí desesperado, no podía desaparecer sin más.
La sola idea de que me dejase me partía en pedazos. No podía pasar, no podía
irse, era… era… ELLA. Busqué y corrí
sin parar como si no existiese nada en el mundo más que ella. En el momento en
que mis piernas comenzaron a desfallecer sentí un pinchazo en el pecho y me di
cuenta de que estaba rodeado de ese blanco agónico, mareándome y sintiéndome
perdido. Caí de rodillas y prácticamente no sentí el frío de la nieve en mis
piernas. Di un grito que me desgarró la garganta pero apenas lo escuché. Estaba
perdiendo mis sentidos lentamente hasta que todo se nubló y mi conciencia se
desvaneció completamente.
La había perdido, a su alma de pájaro, a su risa encantadora, a su aroma, a su calor, a su inocente sonrisa…
a ELLA.
Muy hermoso y tiern0
ResponderEliminarbesotes