Lloro. Lloro sin poder parar. Tengo los ojos completamente rojos, y me arden como si fuesen a explotar. Ando descalza por el suelo de madera.
Consciente o inconscientemente busco el rincón más oscuro de mi habitación después de haber bajado todas las persianas sin que ningún atisbo de luz asome por cada ventana.
Me siento en aquel rincón con la cabeza apoyada en mis rodillas mientras mis brazos rodean mis piernas. La línea de luz bajo la puerta no parpadea. Espero a una sombra fugaz que pase, unos pies que se queden frente a ella. Espero. Pero no ocurre nada.
Abrazada a mi misma, siento el frío que corre por mis venas. Es verano, pero no para mi. Porque la nostalgia de vivir uno feliz como los anteriores se ha desvanecido. Tengo el vello de todo mi cuerpo erizado y la piel de gallina. Las manos y los labios me tiemblan . Ahora empiezan los escalofríos. Me estoy congelando.
Estoy muerta, no hay otra explicación. Siento que mis ganas de vivir se han ido, que nada permanece.
¿Ha sido todo en vano?
Entonces recuerdo la frase de una película: TODAS LAS CRIATURAS DE ESTE MUNDO MUEREN SOLAS.
Nunca antes había entendido con tanta certeza esa frase.
