domingo, 20 de enero de 2013

Amanda



La luz de Amanda se disipó dejando toda la estancia a merced de las sombras que se alzaban en cada esquina. Sus ojos azules desaparecieron bajo la fina y suave piel de sus párpados. Su pecho, dejó de moverse al ritmo del canto de los pájaros. Y sus mejillas, siempre sonrosadas, perdieron el color;  aun así la brisa entró en la habitación, y con ella se marchó Amanda, sonriente, feliz, pero muerta para siempre… 
Su melodiosa voz sigue sonando entre las ramas de los cerezos en flor. Su sonrisa se convirtió en el lucero que nos ilumina las noches y nos da cobijo en la oscuridad. Y sus ojos... Como los añoro. Esos ojos que ahora se reflejan en las cristalinas aguas mostrándonos un escondido y mágico recuerdo. Un mundo que en su día fue la vida de Amanda.