jueves, 30 de septiembre de 2010

Dibujos de la infancia

De pequeño, era… callado, vergonzoso, y muy cerrado con las personas, pero atraves de mis dibujos ellos me entendían, me escuchaban y me hablaban, gracias a mis tan majestuosos dibujos me relacionaba con el mundo un mundo que yo creaba, mi vida eran mis cuadros, pintaba y pintaba, en la mesa, en un papel, en una silla en la pared, me daba igual donde, solo interpretaba lo que me dictaba mi corazón.
Pasaron los años y yo seguía dibujando, al llegar a E.S.O. , mi poder para dibujar fue menguando, mi mundo se desmoronaba, y sin mis dibujos, no tenía más remedio que aventurarme fuera de mi mundo. Y encontré un mundo muerto, sin vida, sin color sin…Dibujos. Mi infancia, al lado de mis dibujos, se quedaron en un rincón de mi habitación.

jueves, 23 de septiembre de 2010

¡¡¡Cumpleaños!!!

¡¡¡Felicidades, Draky!!!
Sigue haciendonos soñar, con tus historias, como hasta ahora.

24/9/10

lunes, 20 de septiembre de 2010

Heridas



24:45
No tengo intención de volver  a casa, me dirijo hacia la calle principal del pueblo, concurrida de varias y pintorescas personas  que como yo, no desean ir a casa, y andan perdidos por las calles, intentando en vano pasar las horas más rápidamente, bebiendo, fumándose, o de otras mil desagradables maneras más.
Yo en cambio estoy  perfectamente bien, no he bebido ni nada de eso, persona sana 100%, como se suele decir, pero una disputa con mi padre por las notas del pasado trimestre, me ha llevado hasta mi estado actual, perdida por las calles, y profundamente herida por las palabras hirientes de mi padre.
01:00
Es la una de la madrugada, aun, y  sigo sin querer ir a mi casa, me doy cuenta de que las horas van a pasar muy lentamente, si no mato el tiempo con algo, no es que quiera hacer esto, pero me da igual, mis mejillas aun húmedas, se contraen del frio.
 Me dirijo hacia un grupo de chicos que se hallan en el parque, bebiendo, me siento junto a ellos, bebemos, los grados de alcohol van haciendo su mella en mi, y cada vez me rio más y más, por cosas estúpidas, me ofrecen, “algo”,  lo cojo y después de haber tomado aquello, toda mi tristeza desaparece, y una tras otra voy tomando alta dosis de esa sustancia, todo mi mundo desaparece, solo estoy yo y esos polvitos blancos.
04:15
Mi cuerpo no aguanta más, me dirijo hacia un callejón oscuro, mi organismo intenta con todo su empeño expulsar todo aquellas sustancias perjudiciales para mí,  me adentro en un callejón, todo está distorsionado, me desplomo, mi corazón se para, y yo me encuentro allí sola.
04:20
Me hallo de pie, contemplando de pie, no me lo puedo creer, no puedo estar muerta.
¡Malditas discusiones desgarradoras tan venenosas como una víbora, maldita fuerza de voluntad débil, maldito el mundo por ser tan cruel, y maldita yo, por dejarme engañar y herir tan fácilmente!!
Ahora, arrepentida, me dirijo, finalmente hacia mi hogar.

Con esta historia quiero decir que no nos dejemos herir tan fácilmente por las personas que nos juzgan, porque ellos también son personas, y también se equivocan.

sábado, 18 de septiembre de 2010

La felicidad perdida de Aarón

Mi nombre es Aarón, tengo 17 años, y como diría mi madre y mi padre, soy un bicho raro, más exactamente gótico con tendencias un poco emos, ya me entendéis.  Mis padres no entienden mi forma de ser, me temen, no entienden mis sentimientos, y eso duele, nos distanciamos hace mucho tiempo. Y en mi mundo no existe nadie solo yo, no es que no me quiera relacionar, es que la gente me ignora, o más bien me temen, como mis padres, así que ya veis, se podría decir que estoy completamente solo.
Mi mundo es mi música, y mis dibujos, y la hora de ir al instituto es un horror, la gente se comporta de manera agresiva con las cosas que no entienden, y más de una vez, al salir de clase me han pegado hasta el punto de dejarme inconsciente, pero la contestación de mi padre y mi madre es “normal, si no fueras así de raro”. Y yo me sentía culpable por ser así.
Cuando volvía a mi habitación todo se paraba y solo por un instante, podía ser medianamente feliz.
Toda mi infancia fue difícil, mi padre me pega puesto que no era como el quería, y mi madre me castigaba por no ser estudioso, así que a mi único amigo, mi mejor amigo, la deje de ver, y un día de repente, se mudaron y no le volví a ver jamás.
Hoy, 18-1-2004, me despierto, me visto, escucho un silencio extremadamente cargado de mensajes por parte de mis padres, y me voy al instituto. A la salida, me dirijo hacia mi casa por una angosta calle, detrás de mí se escuchan pasos, ya sé lo que quieren decir, así que acelero el paso, sin previo aviso, una mano aferra  mi mochila con fuerza y me tira al suelo, me empiezan a pegar fuertes golpes sobre todo mi cuerpo, yo intento cerrar los ojos, y deseo que pase pronto, de repente, noto que los golpes cesan. Abro los ojos, veo a los chicos corriendo, y una figura imponente, se acerca a mí, es un chico, se agacha y me tiende la mano.
-¿Estás bien?, Aarón- El chico sonríe, pero no sé quién es, pero desde luego el si sabe quién soy, y eso desde luego me desconcierta, y mucho.
-Sí, creo que estoy bien- me levanto, y seguidamente, me desmayo.
Estoy en mi habitación, estoy a oscuras, pero sé que hay alguien, entre las sombras sale un chico, le miro fijamente, ¿Qué hace alguien en mi habitación?
-Aarón, ¿me recuerdas?-me dice el chico con voz alegre, muy distinta a la mía, que es monótona, sin vida, y sin ningún tipo de gracia.
-¿Erik?
-¡¡¡Sí!!! Cuanto has cambiado, amigo mío- De repente,  e inesperadamente, se dibuja una sonrisa en mi cara, evidentemente era él, solo ha hecho falta unas palabras suyas, para sentirme que pertenezco a una parte de algo. Así era Erik, solo unas palabas y eras la persona más feliz del mundo, aunque se te muriera tu perro, tu hámster o tu abuela, el siempre tenía las palabras adecuadas. Me siento en la cama, el se queda de pie viendo mi amplia colección de posters de Evanescence y otros muchos cantantes.
-Si señor, está muy buena- dice Erik, y me guiña un ojo.
-No tengo el poster ese para lo que tú piensas.
-Lo sé. Pero esta buena- dice sonriendo, se acerca a mí y me revuele el pelo cariñosa mente- no seas así de frio, tú no eres así, y lo sabes.
-Ya, pero la sociedad me ha convertido en esto, desde que te fuiste creo que no he hablado con nadie, dejaste un gran hueco en mi corazón, que nunca se llego a cerrar y todavía sangra- Erik pone una cara rara, después se ríe.
-Ehh a mí no me vengas con esa poesía extraña emo. Y además ha sonado preocupantemente mal. Vamos a salir a dar una vuelta.
-¿enserio?
-¡¡Claro que sí!! ¡¡Ah pero quítate esas pintas, y ponte ropa normal!!
-Vale- Agacho la cabeza, decepcionado y triste, pensaba que él era el único que me entendía y no tenia prejuicios hacia mi. Pero me equivoque.
-Oye… sabes que era broma, ¿no?- me coge la barbilla, y me alza la cara, estoy llorando- No… lo siento si te ha jodido, lo siento enserio.
- No es por eso, es porque me alegra mucho de que estés aquí.
-Ya, tío y yo también me alegro mazo de verte- me sonríe y me vuelve a despeinar, yo me rio, y después me asusto, ¿era tan fácil? he estado todos estos años de mi vida sin reírme, ¿y era tan fácil? En ese momento algo en mi interior cambia.
-Espérame aquí, ahora vuelvo- Voy al baño, me pongo una camiseta gris, una camisa negra, desabrochada, unas pantalones vaqueros, y mis converse negras, me desmaquillo, me mojo el pelo y me lo dejo despeinado, me miro al espejo, me sonrió,  me caen una lagrima por la mejilla, seguida de ciento de miles, pero no dejo de mirarme, era tan fácil ser feliz, y era incapaz de verlo, teniéndolo tan cerca, y pienso en todas esas personas, que como yo se piensan que no hay futuro feliz, que todo el mundo es negro, pero la felicidad se encuentra en las cosas pequeñas, en las cosas que en realidad significan ALGO, y que despiertan sentimientos en las personas, en mi caso fue mi amigo. 
¿Y en el tuyo?

jueves, 16 de septiembre de 2010

El día en el que viví

Es un día de primavera, las flores se van abriendo lentamente, los pájaros vuelan  felices en el aire, los jardines del vecindario rebosan vida, con sus cálidos y llamativos colores, los niños corren y se divierten, y yo me encontraba en mi habitación contemplando este hermoso paisaje  desde la ventana postrada en la cama, por una grave enfermedad. Si salía fuera corría el riesgo de empeorar, por eso me confinaba  en mi habitación, un lugar frio, gris y muerto, comparado con lo que se veía en el exterior, no sabía lo que era sangrar, no sabía lo que era querer y no sabía lo que era amar.
Los  meses pasaban, y mi habitación permanecía inalterable frente al paso del tiempo, sin en cambio, bajo mi ventana, todo se movía, vivía y respiraba, todo cambiaba, las hojas se volvían marrones, los pájaros se marchaban, y las flores de los jardines se marchitaban, y todo volvía a empezar.
Ya estaba harta, recapacité, y pensé que lo mejor era salir al exterior, porque mientras que me quede en mi habitación, toda mi vida será una mentira, y no viviré la vida de verdad, así que merece la pena  arriesgarse, ¿no creéis? Me pongo mis botas de montaña, unos vaqueros y una camisa, nada especial,  abro la puerta de mi habitación  con decisión, salgo al pasillo del piso de arriba, bajo las escaleras, y me dirijo hacia la puerta principal.
-¿Qué te crees que estás haciendo?¡¡ vuelve a tu habitación!!- mi madre, una mujer de  unos 50, pequeña y rechoncha, pero imponente.
-No pienso volver a meterme ahí para no volver a salir nunca más- Abro la puerta, un viento gélido me golpea la piel, veo con mis propios ojos el exterior, y no a través de un cristal, tanta felicidad y tantos sentimientos juntos no son buenos, así que me desmayo.
Me despierto en un hospital,  no hay nadie en la habitación, solo yo. A mi alrededor solo hay maquinas, me desconecto, me incorporo y salgo al pasillo, me da un poco de vergüenza llevar el camisón, pero ¿que se la va hacer? Hay muchos enfermos por los pasillos, estoy desorientada  y confusa, debo de tener una pinta horrible, puesto que un chico se me acerca, me coge de la mano y me lleva de vuelta a mi cama, yo no rechisto, no tengo fuerzas.
-Túmbate, enseguida traeré a un médico- me dice aquel chico.
-No, por favor quédate- le digo agarrándole del brazo.  Él me coge la mano, y se sienta en una silla.
-¿Cómo te llamas?- me pregunta.
-Sarah.
-Encantado de conocerte, Sarah- esboza una sonrisa dejando ver sus perfectos dientes blancos y bien alineados, me mira fijamente a los ojos, y descubro que los tiene verdes, como la hierba de los jardines.
-E… e…encantada.
-¿Y tu familia?
-No sé. ME desperté ya aquí.
- ¿y tú por qué estás aquí?
- Por trabajo.
            -¿y no deberías estar trabajando?
            -No, prefiero estar aquí, contigo- Me aparta suavemente el cabello de la cara. Me ruborizo. En ese momento entra la enfermera.
                -Hola, ¿Qué tal te encuentras?- me dice la enfermera.
                -Bien, supongo- El chico se marcha en silencio. La enfermera me comprueba la temperatura, la tensión y todo ese rollo. Pero yo solo pienso en aquel extraño chico, y caigo en la cuenta de que no sé nada de él, solo que tiene una belleza propia de un ángel, y que trabaja aquí.
                -Perdone. ¿Le puedo hacer una pregunta?
                -Sí, claro.
                -¿Conoce usted a algún chico que trabaje aquí, alto, muy guapo, y con los ojos verdes?
                -No.
                -¿estás segura?
                -Sí, totalmente segura- dice moviendo la cabeza energéticamente a modo de afirmación-¿Por qué?
                -Emm… - dudo en contárselo, y al final decido no hacerlo- por nada, simple curiosidad.
Mis padres vienen por la tarde, y se van por la noche, muy tarde. Me sumo en un sueño plácido, pensando en aquel joven.
Por la mañana me despierto, y ahí está él, hablamos, nos miramos a los ojos, y lentamente voy teniendo sentimientos.
Los noches pasan, y él me visita día tras día por la mañana, no sabía si dejarme llevar por mis sentimientos, enamorarme perdidamente de él, o por el contrario, asustarme, siempre estaba allí, pero nunca con mis padres, o con las enfermeras. Él también, sentía lo mismo que yo, se le veía  en los ojos, pero había algo que le asustaba.
Pasaron meses, y él siguió viniendo, pero me fui del hospital, y no le volví a ver.
Después de eso, me encontré en la cama durante un año, triste, débil y hundida, escuchando música depre.
Un día, mire a la ventana, volvía a ver la misma imagen, un barrio familiar, con chalets. Pero había una diferencia, algunas hojas estaban marrones, y otras verdes, llenas de vida, y en ese momento entendí finalmente que siempre vas a tener oportunidades, pero si no las aprovechas serás alguien sin futuro, sin opciones a cambiar, serás monótono y sin vida, sin embargo, si decides aprovechar las oportunidades que te brinda la vida, podrás cambiar, avanzar, moverte, seguir viviendo, seguir existiendo…
Una vez recapacitado, decido volver a salir de casa. Esta vez no me pilla nadie. Salgo, y me vuelve a pasar lo de la última vez, pero continúo andando, sin parar, mirando en todos los lados, para verle otra vez.
Al caer el sol, me siento en un descampado, de cara al  río, detrás de él se encuentran las montañas, y detrás de estas, el sol, se está ocultando lentamente haciendo un paisaje magnífico, la luz del crepúsculo me acaricia levemente, me cojo las piernas, y las aprieto contra mi cuerpo para mantener el calor, siento que mi vida se está escapando con cada aliento que exhalo, solo por él.
Miro fijamente al río, tan vacío en la superficie y tan lleno de vida en el fondo.
-¿Qué haces fuera de casa?- ¡¡Era él!! Me giro rápidamente, allí estaba, de pie, tan bello como siempre, parecía que irradiaba luz propia. No puedo creerlo, le miro fijamente, una lágrima cae lentamente por mi rostro, recordándome, lo cálidos que somos por dentro. Se adelanta unos pasos, y se sienta a mi lado,  me abraza.
-Te quiero- El gira la cabeza hacia mí al escuchar estas palabras. No dice nada, hay un silencio incómodo. La brisa me acaricia el pelo, y un escalofrió me sube por la espalda, el me agarra aún más fuerte, estoy débil, pero cada minuto que paso con él me insufla un poco de su vida.
-Tengo que contarte una cosa- caya durante un momento, pensando sus palabras.
-Ya lo sé, lo he sabido desde el momento en que te vi, por eso tenía miedo, pero mis verdaderos sentimientos  no eran de temerte, al contrario, mi corazón, mi alma todo mi ser deseaba amarte.
-¿Así que lo sabes?-Me pregunta el estupefacto.
-Sí, y me gustaría pedirte un último favor- el duda en responderme, pero al final se decide a hablar.
-Lo que quieras.
-Entra en mí, quiero sentirte parte de mí.
 Me besa en los labios, y a la luz del ocaso nos convertimos en uno, entrelazamos nuestros cuerpos, mi vida a cada beso que le doy se va yendo con él.
Cuando terminamos era de noche, nos quedamos tumbados mi cabeza reposaba en su torso cálido  hasta que pasó la oscuridad.
Con los primeros rayos de  sol, el se incorporó, se levantó, y me tendió la mano.
-¿Estás preparada?
-Solo una pregunta- le mire fijamente a los ojos- ¿eres La Muerte o un Ángel?
-Eso no importa, ¿no crees?
-Sí, supongo que no importa- le doy la mano y me ayuda a levantarme.
Ahora, mi cuerpo se haya desplomado sobre  la hierba mojada por el rocío de la mañana, y yo, cogida de la mano, al hombre que amo, me dirijo hacia un destino mejor o peor, ¿Quién sabe? Pero a pesar de todo mi destino.
Veo a algo, ¿Qué diablos es?...
               

lunes, 13 de septiembre de 2010

Cuatro días...

Nos pasamos las noches en el hospital, esperando, y soñando, que se recuperara, nuestro padre, estaba muy enfermo, tuvo un infarto, fumaba mucho, y eso le perjudico.


Intentaba mantenerme fuerte, frente a la gente, frente al mundo, frente a Dios.

Pero, no podía, y en algún rincón oscuro, donde nadie me veía, y mi corazón estuviera resguardado, me desmoronaba, lloraba y lloraba, pensaba, pensaba en el mundo, ¿PORQUE SOLO SE VAN LOS MEJORES? ¿Por qué ellos? La gente buena, amable, honesta, agradable, en definitiva, la gente que todos adoramos. No podía soportar aquella carga, mi madre, muerta en vida, no sentía ni padecía, no comía ni dormía, y mi hermana, ignorante de todo lo que en realidad sucedía.

Pero a pesar de todo el sufrimiento en mi vida, siempre me quedaron mis amigos, a los que les confiaba mis secretos, a los que les ofrecía mis sentimientos, A LOS QUE ME APOYARON, Y ME APOYARAN.

Mi padre ha muerto hace cuatro días, no sé qué hacer, estoy… perdida, mis amigos, me animan, me apoyan, y me escuchan, me dicen, que esto no es el final, solo el principio de otra nueva vida, que todo no es negro, que todo no es malo, que mi padre, está en el cielo, sea verdad o mentira, mi padre está en PAZ, DESCANSADO.


No sé seguir mi vida sin él, y de hecho no la seguiré, se lo dije a mis amigos, no pienso seguir viviendo, me despertare, y me estaré muriendo, en vida, de la pena que sentía, ellos me dijeron que no merecía la pena, que pensara en mi madre y en mi hermana, y en ellos, que aunque no lo creyera, si desapareciera, dejaría un gran hueco en sus corazones...

domingo, 5 de septiembre de 2010

Momentos...




Una lágrima cayó por mi mejilla. Me acariciaba suave y lentamente la piel…
-       No llores - dijo Lara, que estaba tumbada en una de esas camas blancas de los hospitales.  Unas ojeras enmarcaban sus ojos azules. Su tez, pálida, le daba un aspecto de debilidad. Aún así, mantenía su expresión dulce y serena, con tranquilidad.
-       Creo que es inevitable.
-       Si, supongo - dijo con toda la tranquilidad del mundo, acariciándome la mejilla.
-       ¿Cómo puedes estar tan tranquila? - conseguí decir con tartamudeos - No puedes marcharte sin más.
-       No me marcharé del todo. Una parte de mí se quedará aquí, para siempre, contigo.
-       Pero eso no basta. No podré tocarte, no podré abrazarte, no podré mirarte a los ojos y saber que sientes, no podré darte la mano y viajar así juntas a correr aventuras, no podré hablarte…
-       Pero podrás sentirme. A mí, mi verdadera esencia. Parte de tu ser, parte de la naturaleza del mundo. Esa parte que siempre sentirás, porque me quieres y somos como una misma persona. Y eso nadie podrá cambiarlo.
-       ¿Entonces no me dejarás?
-       Nunca, por nada del mundo, siempre estaré contigo, a tu lado.
Hubo un largo silencio. Nos miramos profundamente. Hace nada que éramos unas niñas que buscaban aventuras para matar el aburrimiento, que contaban historias fugaces a los que deseaban oírlas, que miraban las estrellas y se dejaban llevar por los mundos de lo fantástico y lo imaginario. Pero ahora, la realidad había decidido desviar nuestra felicidad y cambiar el rumbo de las cosas.
Lara me cogió la mano y entrelazó sus dedos con los míos.
-       Prométeme una cosa y prométela de verdad.
-       Lo prometo.
-       Dime que no harás ninguna estupidez. Que disfrutará de la vida. Que vivirás aventuras, y que las escribirás.
-       Lo prometo.
-       Ahora, ¿ves esa caja? - señalo una caja roja, vieja y desgastada que descansaba en la mesita.
-       Si.
-       Bien, ¡Ábrela!
Me acerqué y cogí la caja. La abrí y saqué de ella un libro de color violeta. Parecía una especie de diario personal.
-       Prométeme también que escribirá aquí todas las aventuras que corras y las historias que se te ocurran. Ahora, ábrelo.
Lo abrí, y al hacerlo un papel violeta cayó lentamente al suelo. Me agaché a cogerlo y entonces recordé algo. Un papel violeta… ¿de qué me sonaba eso? Y de pronto lo recordé todo:
Cuando éramos pequeñas, recuerdo que Lara era muy distinta a los demás niños. Ella siempre decía que cada uno debía ser como quería ser y no como los demás querían que fuese. Y por supuesto no tenía ningún inconveniente en pensar en voz alta. Por eso los demás niños se metían con ella, que pensarían que era la última alternativa si se tenía demasiada envidia. Ella los ignoraba, hasta que un día los límites comenzaron a borrarse. Ahí fue cuando intervine yo. Les advertí que si no la dejaban en paz se iban a enfrentar con algo mucho más fuerte que la ignorancia y la pasividad.  Por supuesto, se fueron corriendo. Ese día, recuerdo que miramos las estrellas y hablamos de los momentos memorables de nuestras. Recuerdo también que sacó un papel violeta de su bolsillo. No tenía nada escrito. Me dijo que ese día escribiría ese momento ahí. También me dijo, mientras entrelazaba sus dedos con los míos, que nada ni nadie nos separaría jamás. Y ese día, Lara  se convirtió en mi mejor amiga, para siempre.
-       Sonja, ¿recuerdas cuando comenzó nuestro viaje?
Ohh! Claro que lo recordaba. Comenzó justo después de nuestro momento violeta”.
-       Si, lo recuerdo.
-       Pues, entonces, prométeme que seguirás nuestro viaje donde lo dejamos. Pues aunque no estaré contigo en forma corpórea, estaré allí.
-       Lo prometo.
Entonces sacó un papel azul, vacío.
-       Cuando marche, escribirás este momento en este papel azul y después continuarás escribiendo donde yo lo dejé.
Nos tiramos toda la tarde riendo, hablando y leyendo sobre nuestras aventuras y momentos felices o no de nuestra historia. Pasaba el tiempo y Lara fue perdiendo lentamente todo sus sentidos. Ya no podía oler, ni degustar, ni hablar, solo podía sentir mi mano y mirarme fijamente. Era una mirada fija, de despedida, y entonces se le cerraron los ojos. Le di un beso de despedida en la frente. Cuando sus padres llegaron ella yacía inerte en la cama y yo estaba tumbada a su lado.
Pasaron días, meses… una mañana de primavera la brisa fresca de la mañana me despertó acariciándome la mejilla y el pelo suavemente, las violetas de la ventana habían crecido considerablemente desde ayer, y se respiraba un ambiente de felicidad bastante notable. Cuanto adoraba Lara la primavera, con su brisa fresca mañanera, que traía el canto de los pájaros, felices, el olor a tierra húmeda y las violetas… oh, las violetas

sábado, 4 de septiembre de 2010

Alma rota


Dicen que por los bosques gallegos vaga un alma en pena, que recorre estos bosques, intentando buscar ALGO.

Cuenta la leyenda, que en una pequeña aldea de Galicia vivía una madre viuda y sus tres hijos. Ella contrajo una enfermedad, que la hacía delirar, y vivir en un mundo ajeno.

Por las noches, aquella mujer se despertaba gritando por sus pesadillas, horribles y macabras, pero a diferencia que nosotros ella no podía despertar, puesto que aquellas alucinaciones eran de por vida, aquella mujer sufría esquizofrenia.

Su hijo mayor cuidaba de todos en aquella casa, pero desgraciadamente cogió pulmonía y murió, y aquellos niños pequeños quedaron a merced del hambre, la soledad y la suciedad, y los más peligroso de todo era estar con su madre.

Ella los quería con toda su alma, pero la situación se volvió a peor, y por capricho del destino, su cerebro le dijo que aquellos inofensivos niños eran una amenaza para ella.

Así que una noche de luna llena, cuando ellos estaban dormidos, los degolló en sus camas, y en aquel momento, desgraciadamente la mujer tubo su único momento de lucidez. Cuentan, que ella mirando a aquella imagen, decidió quemarse viva, no se sabe la causa de la muerte, lo único que se sabe, es que desapareció.

Y hoy, una noche de luna llena, me encuentro en aquel bosque gallego, frente a aquella mujer, ella me mira, con ojos de tristeza, que a través de ellos se deslumbra un gran dolor, se acerca a mí, una lúgubre neblina la rodea. Abre la boca, y dice:

-¿Por qué lo hice? eran solo niños.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Makel, ¿vida, o muerte?

Nos situamos en un mundo irreal. Donde no hay tiempo para los sentimientos, solo para la lucha y la supervivencia. Me llamo Makel, soy un adolescente que tuvo que hacerse adulto rápidamente, por aquello de la supervivencia, mi mundo, es muy diferente al vuestro, hay monstruos, no solo por las noches, también por el día, matan, saquean y destruyen todo lo que se encuentran a su paso, a decir verdad no son muy distintos a los humanos.



Yo vivía en una choza, hecha de palos y barro, con mi madre, mi padre y mi hermana. Un día mí hermana desapareció en el bosque, todos decían que estaba muerta, pero mi padre salió en su busca, y él, pronto también desapareció. Así que mi madre y yo nos quedamos solo, yo tenía 7 años, y tenía que pasar noches y días fuera de casa para cazar algún monstruo, o en algún caso, a una persona, en mi mundo, no existía el remordimiento y por defecto tampoco la conciencia, daba igual comerse un bicho gigante que a un niño indefenso. Cuando volvía de la caza a la semana, más o menos, mi madre siempre me esperaba fuera de casa, haciendo manualidades para venderlas en la gran ciudad.


Los años pasaron rápidamente y yo fui cambiando mi personalidad, y mi cuerpo se fue tornando poco a poco, en el de un apuesto joven. A causa de las horas bajo el sol, mis ojos se fueron aclarando hasta dejarlos con un tono marrón-verdoso, mi cabello paso de un oscuro marrón a un rubio oscuro, y mis músculos se fueron engordando ligeramente por el efecto del ejercicio físico. Mi madre siempre se me quedaba mirando, y se ponía a llorar, ella decía, que era una bella persona a pesar de las capas de mugre y de barro y que no merecía estar en ese mundo.


En mi mundo existía una sola ciudad rica, enorme, limpia y fabulosa, se llamaba La ciudad de Anek-hamatrón. En aquella fabulosa ciudad existía una familia de nobles. Los reyes absolutos de este mundo. Pero para llegar hasta allí había que caminar durante semanas, y después navegar durante meses, se podría decir que estábamos dejados de la mano de dios, porque de este lugar donde yo vivía no se acordaba nadie, y vivíamos como salvajes.


Mi madre una vez me conto que mi familia había vivido en la corte, como una gran familia, pero nunca me dijo porque habían pasado de poseerlo toda a no poseer ni siquiera su propio destino, ella me decía que fue por culpa de un antepasado lejano suyo, que se fue por el mal camino, y desterraron a toda mi familia por su culpa, ella después de contarme esto, una y otra vez, miraba al cielo, intentando rememorar aquellos días majestuoso de mi familia, aunque ella nunca los había vivido.


Cuando me hice un joven guapo, alto y atlético, capaz de enfrentarme a cualquiera, mi madre murió por una enfermedad muy contagiosa, que encontró cobijo después en mi cuerpo, durante meses cuidándome a mí mismo, vino un hombre extraño, me pasó su mano por la cara, desfigurada a causa del dolor y el sufrimiento, y hizo desaparecer todo aquello, me quito la enfermedad, con solo la palma de la mano.


Me fui a su casa, y me explicó que mi familia fue una gran comunidad de hechiceros, y que nos desterraron por un tatatarabuelo mío, llamado Godard, y aquel hombre, el que me había salvado y me había dado refugio en su propia casa era mi tío, que todavía utilizaba la magia.


Viajamos juntos por aquel extraño mundo, y llegamos a una ciudad alejada de mi tierra natal, estábamos en Anek-hamatrón, el reino de aquel mundo. Allí unos ladrones mataron mi tío y nos saquearon. Me desmaye a causa de un golpe en la cabeza. Y cuando me desperté estaba lloviendo, era de noche, y me encontraba tirado en medio de un callejón oscuro y estrecho, dolorido y medio inconsciente, nadie me vendría a buscar, pues nadie me quedaba ya. Me sumí, en un sueño intranquilo a causa del dolor.


Me desperté en el mismo callejón, era de día, una silueta humana me tapaba la claridad del día, mis ojos se acostumbraron a la luz y pude distinguir un rostro bellísimo debajo de una capucha. Era una chica joven, tendría unos tres años menos que yo, diecisiete, si esos eran los años que tenia, sus ojos azules como el agua, me miraban fijamente y me inspeccionaban palmo a palmo con gran cautela, y a la vez asombro. Sus cabellos rubios caían sobre su cuerpo, vestido por una túnica vieja y sucia. Me tocó la cara con sumo cuidado y dijo:


-Que bello eres- y a continuación me dio un beso suavemente en la frente, y me paso la mano por la cabeza para ver si tenía fiebre. Negó con la cabeza- estas ardiendo, acompáñame a mi casa ¿puedes andar?


- No lo sé- salió una voz de mi garganta, una voz firme, y adulta.


-Acompáñame- me ayudo a levantarme, me paso su brazo por mi cintura y yo el mío por su cuello.


Salimos de aquel asqueroso lugar y nos adentramos en un bosque. Encontramos una casita, medio derruida. Me sentó en una cama de paja, y me derrumbe ahí mismo. Me dejó dormir, y cuando me desperté estaba ella, sin túnica, cuidándome como si me conociera de toda la vida. Iba vestida como una campesina, pero tal belleza solo podía ser de un noble. Su cuerpo era delgado, pero se veía que no había pasado hambre. Sus pechos eran grandes, pero no en exceso, y su sonrisa era… divina propia de un dios.


-Buenos días, dormilón, ¿has descansado?


-Sí, ¿cuánto tiempo he estado dormido?


-Un poco menos de una semana.


- Lo siento por las molestias, y te estoy muy agradecido, pero debo irme- me levanto rápido, pero mis heridas aun no están cerradas, y grito de dolor.


-No, tú no te vas de aquí- Y así fue, pasaron las semana y no me marche de ese lugar, nuestros sentimientos eran mutuos, estábamos enamorados. Mis heridas se curaron y yo seguía allí.


Una noche, cuando la luna estaba alta, tuvimos una conversación sobre nuestros sentimientos, ella se había escapado de su familia, y yo la dije que había perdido a la mía, tal vez fuera por la pena o por el deseo, pero aquella noche nos hicimos uno.


Cada noche, nos dormíamos en la misma cama y olvidábamos nuestras penas cuando estábamos uno dentro del otro, nuestras almas se unían cada vez más, su hermosura iba creciendo, y la mía también al ver su alegría, propia de un niño pequeño.


Todo nuestro mundo éramos nosotros solos y la naturaleza, no existía nadie más.


Un día por la mañana ella me dijo que estaba embarazada, yo me alegre mucho, pero ella se entristeció, y me conto toda su verdad.


-Antes de fugarme, yo vivía en el palacio, era la hija del Rey, pero a pesar del lujo, los sirvientes, y las estúpidas de la corte llamadas “amigas” me sentía muy sola. Hasta que me encontré contigo en aquél lugar sucio y oscuro, entonces supe que todo mejoraría, pero sé que no durara para siempre los guardas reales, siguen buscándome, a pesar del año que ha pasado desde mi desaparición, y pronto me encontrarán- me dijo ella llorando desconsoladamente en mi hombro, no la creí, y la dije que no se preocupara que yo estaría con ella.


Así los mese pasaron, tranquilos y felices. A mi mujer ya se le notaba el vientre, ya habían pasado siete meses desde que me conto su historia.


Una madrugada fatídica los guardias nos encontraron, masacraron a mi mujer, y al fruto que crecía en su vientre, y a mí me dejaron allí tirado, como un perro, como escoria.


Y ahora, después de mucho tiempo, me encuentro aquí, a orillas del mar, gritando y llorando mi historia a los dioses, decidido a acabar con mi existencia. Me adentro un poco en el mar, aun toco el suelo, cuando veo a mi preciosa y añorada esposa, de pie en el agua, tendiéndome la mano.


-¿De verdad quieres hacerlo?