lunes, 20 de septiembre de 2010

Heridas



24:45
No tengo intención de volver  a casa, me dirijo hacia la calle principal del pueblo, concurrida de varias y pintorescas personas  que como yo, no desean ir a casa, y andan perdidos por las calles, intentando en vano pasar las horas más rápidamente, bebiendo, fumándose, o de otras mil desagradables maneras más.
Yo en cambio estoy  perfectamente bien, no he bebido ni nada de eso, persona sana 100%, como se suele decir, pero una disputa con mi padre por las notas del pasado trimestre, me ha llevado hasta mi estado actual, perdida por las calles, y profundamente herida por las palabras hirientes de mi padre.
01:00
Es la una de la madrugada, aun, y  sigo sin querer ir a mi casa, me doy cuenta de que las horas van a pasar muy lentamente, si no mato el tiempo con algo, no es que quiera hacer esto, pero me da igual, mis mejillas aun húmedas, se contraen del frio.
 Me dirijo hacia un grupo de chicos que se hallan en el parque, bebiendo, me siento junto a ellos, bebemos, los grados de alcohol van haciendo su mella en mi, y cada vez me rio más y más, por cosas estúpidas, me ofrecen, “algo”,  lo cojo y después de haber tomado aquello, toda mi tristeza desaparece, y una tras otra voy tomando alta dosis de esa sustancia, todo mi mundo desaparece, solo estoy yo y esos polvitos blancos.
04:15
Mi cuerpo no aguanta más, me dirijo hacia un callejón oscuro, mi organismo intenta con todo su empeño expulsar todo aquellas sustancias perjudiciales para mí,  me adentro en un callejón, todo está distorsionado, me desplomo, mi corazón se para, y yo me encuentro allí sola.
04:20
Me hallo de pie, contemplando de pie, no me lo puedo creer, no puedo estar muerta.
¡Malditas discusiones desgarradoras tan venenosas como una víbora, maldita fuerza de voluntad débil, maldito el mundo por ser tan cruel, y maldita yo, por dejarme engañar y herir tan fácilmente!!
Ahora, arrepentida, me dirijo, finalmente hacia mi hogar.

Con esta historia quiero decir que no nos dejemos herir tan fácilmente por las personas que nos juzgan, porque ellos también son personas, y también se equivocan.

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