La fría luz del cielo nocturno le rozaba lentamente la piel,
unos ojos invisibles clavaban la mirada en su espalda provocándole un exagerado
escalofrío. Recorría a tientas el pasillo mientras que la oscuridad de la noche
le rodeaba, solo podía pensar en la
sensación de que alguien, o algo le vigilaba desde atrás. Se giró varias veces
para cerciorarse de que allí en la oscuridad no le acompañaba nadie, sólo
estaba el, sólo él, como siempre…
Se
paró, volvió a mirar hacia la nada y pronuncio esas palabras estúpidas que se
dicen con la esperanza de que nadie conteste:
-¿hay
alguien allí?- su voz sonó entrecortada, el miedo, la adrenalina… hacia un minuto que una sombra había cruzado la puerta entornada de su habitación
y se había dejado colar en la oscuridad del salón.
-¿Hola?
¿Hay alguien ahí? – volvió a preguntar, pero esta vez el susto sería aun mayor.
Una mano le agarró el hombro, él se giro y pudo ver un rostro deformado por una
sonrisa diabólica, una sonrisa que lo decía todo:
Vas a morir.
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