lunes, 10 de enero de 2011

Un lago a las afueras, frío como el hielo...

                 Lo intente muchas veces, pero todo fallo, mis planes, todo se quedo en negro y después solo puedo recordar una cama en el hospital, cientos, miles de veces lo he pensado, y otras tantas he actuado, pero esta no va a ser otro de esos intentos fallidos por arrebatarme la vida, esta vez sí, lo hare, y lo hare bien.
                Hace mucho que deje de pensar en las consecuencias, en el que dirán, en el dolor de mi familia; desde que te marchaste, y me dejaste aquí, no pienso en nada más que en esto.
                Pero… de verdad, no puedo seguir con esta vida. Lo siento por ellos, lo siento por ustedes, pero así será.
                Mañana al amanecer, todo habrá acabado.
                El despertador suena, me visto y me dirijo sigilosamente a la habitación de mi madre.
                Lentamente poso mis labios en su frente, y con un solo beso le transmito todas mis palabras de despedida y de disculpa.
                Una lágrima cae desde mi rostro y se precipita en su corazón. Cuidadosamente dejo encima de la mesilla de noche, una carta y una rosa, lo dejo al lado de una foto, de mi padre.
                                Pienso en él, ese acto me da fuerzas para continuar.
                Estoy frente al lago, mis pies rozan el frío agua, pero con el tiempo se van acostumbrando al frío de la humanidad, ando hacia el futuro, un futuro sin dolor… sin responsabilidad… sin nada en absoluto.
                Solo veo agua, agua por todas partes, pero no me asusto, solo respiro, haciendo que mis pulmones ardan, y sonrío. Mis ojos se van cerrando, y a lo lejos veo la luz y una mano la cojo sin pensarlo y por fin me reencuentro con él.
                Las dos tumbas estarán juntas para siempre, las tumbas de un padre su hijo…


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